Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

jueves, 19 de abril de 2012

Gris.



Y apareces así, de la nada. Y me dices que ni blanco ni negro. Solo ves gris. Siempre gris. ¡Gris! ¡Maldita sea! ¡Con todo lo que hago por que vea las cosas del color de la claridad! Pero no, ella ve gris. Es gris. Pero ya me he cansado. ¿Ves gris, amor mío? Quédate con tu gris, estoy cansado de decirte que todo es blanco.

Y ese era el mayor miedo de la grisácea chica. Que él se cansara de pintar de colores sus cicatrices.

Es gris, pero a tu lado es azul, y rojo, y amarillo.

sábado, 7 de abril de 2012

Entre yo y yo.



Ayer mientras hablaba con unos amigos, comentaron mi nuevo cambio de look; un pelo rojo intenso. Y me dijeron algo que me hizo pensar: -“Ay, recuerdo cuando tenías el pelo rubio y una mecha rosa, a lo Avril Lavigne. ¿Dónde quedaron esos tiempos?” – bromeaban –“ Es broma, el pelirrojo te sienta genial… y te hace más elegante, más madura”.

Recapacité sobre aquello, pues tenían mucha razón. La verdad es que también echaba de menos tener mi pelo largo, rubio, puro. Pero no era eso lo que echaba de menos o lo que estaba pensando. Sí, he cambiado de pelo, pero eso tan solo es un signo de un cambio interior. Mi rubio puro simbolizó en su día una etapa de mi vida, y hoy el pelirrojo, simboliza otra. A lo tonto, me he puesto a reflexionar por un mero color de pelo. Un color de pelo que esconde algo más. Y ahí es donde pongo en balanza dos de mis etapas. Yo, hace un año, tan rubia y tan vulnerable… y yo ahora, tan pelirroja, como si mi color de pelo quisiera decir algo a los que pasan a mi alrededor. Es cierto, el pelirrojo me hace más madura, pero no es eso lo que me ha hecho cambiar. Si antes era vulnerable, ahora he aprendido. Pero no sé hasta qué punto es mejor aprender y descubrir que puede haber mucho más… que una simple caída. Digamos que he descubierto que después de una caída, siempre viene otra y que esto jamás acabará. Aun así, habiéndome concienciado de ello, no soy capaz de aceptarlo del todo. Supongo que mis 18 años están en contra de aceptar la verdad y afrontarla. Y aquí es donde vuelvo al punto inicial, a quedarme entre la yo del pasado y la del presente, mirando sus respectivas vidas… y sin saber cuál es mejor; la ignorante que al menos no sufría tanto o la que a base del dolor sigue aprendiendo a vivir…