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domingo, 6 de junio de 2010

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- Tranquilízate...- susurró en voz baja.
- ¿Qué me tranquilice? ¿Cómo quieres que lo haga? La vida se me escapa entre los dedos, y no... ¡No puedo retenerla! ... ¿No conoces ninguna alternativa a este problema? ¿No hay nada que se pueda hacer para detener las agujas del reloj?
- Lamentablemente no. Tendrás que aceptarlo.
- No... no puedo, sabes que no puedo. ¿Y si me muero mañana, o dentro de poco? ¿Y si ya no te vuelvo a decir 'Te quiero? ... ¿Y si ya no vuelvo a coger ese tren para ir a verte?
- No digas tonterías. Sabes que no sera así.
- Júramelo. ¿Puedes hacerlo? ¿Puedes prometerme que estarás siempre a mi lado? ¿Me prometes la inmortalidad...? ¿Sí, PUEDES EN REALIDAD PROMETERTE TODO ÉSTO!?
- No, pero... - se quedó varios minutos meditando - Te prometo hacerte feliz hasta el día en el que el destino nos separe, te prometo la inmortalidad...a mi lado; con cada beso sentirás haber recuperado media vida. ¿No te basta...con ser feliz, a mi lado, hasta nuestro fin?
- Sí, es suficiente, es lo que necesito.